lunes, 11 de agosto de 2008

Los Buenos Viejos Tiempos


Dicen que todo tiempo pasado fue mejor ya veces es verdad, o por lo menos en mi vida ha sido así. Hubo una vez donde era un ser sin preocupaciones ni existencialismos, tan solo era un pañuelo blanco y puro bendito con el don de la inocencia intacta a pesar de mi precocidad.
Si, alguna vez fue un alegre infante que gozo de caramelos y que se fascinaba fugazmente con juguetes que bien destruiría o simplemente abandonaba o simplemente recreaba en otras cosas que mi imaginación dictaba. Eran años donde la plastilina me llevo a crear mis propios mundos y juegos, donde una hoja blanca de repente se convertía en algún paisaje terrestre, marino, o bien sea en una avenida citadina, o quizá en algún personaje que salía de donde no me esperaba.
Y recuerdo mis primeros días de colegio, mi lonchera fugaz de Rambo que fue sustituida por una roja de los Bugs Bunny, la dicotomía de aprender y a la vez de sentirme un tanto estancado con las enseñanzas; mi primera participación como pastorcillo en una obra navideña...y esos momentos cuando abríamos una lonchera y ahí la suma de todos las onces eran compartidas en algo que llamaban fiesta. Era en esas tiernas épocas cuando aprender a leer abrió un mundo nuevo para mí, y prefería escabullirme en los descansos a leer un buen cuento que jugar futbol con otros niños, y que además tenía fama de osado porque yo era el único de levantar con mis manos el feto enfrascado que había en la biblioteca.
Que emoción sentía cuando me elegían para jugar a los cogidos, a los congelados y tarro; o de de la televisión educativa mientras esperaba Mazinger Z o Arvegas, cómo esperaba con ansias los martes y jueves para ver Tom y Jerry, así como los sábados en la mañana para ver el Conde Patula, Los Dummies con sus inconfundibles canciones (los teléfonos, son amigos de la gente…uno de nosotros no es como los otros…), los ThuderCats, Los X-men, la pantera rosa o las primeras temporadas de Los Simpson.

Me fascinaban los refrescos en bolsita que vendían en las tiendas, los alpinitos, las pastillas charm especialmente las de limón y uva, los quipitos, la lechera, los yogures chamito, los ponquesitos ramo y como no, el chocorramo.
Fueron aquellos tiempos donde era muy feliz a pesar de tener un hogar donde aun había miedo, en esos años cuando mama me llevaba al circo, a los espectáculos en el hielo, además de enseñarme el fabuloso mundo del teatro…Eran esas epocas cuando si al otro día ibas de paseo, no podías dormir de la emoción, y esos 15 minutos después de desayunar para poder entrar en la piscina se te hacían eternos.
Los buenos viejos tiempos que se han ido, los que no vuelven, pues una vez creces y te infectas de mundo, tu pureza se mancha irremediablemente, y aprendes el arte de mentir, el de agredir, el de ser prevenido y no confiar; llegan las épocas donde entretenerte es mas complicado que antes, donde la agobiación mundana te toca, y te haces indolente a las ajenas.
Muchas veces desearía olvidar que soy un hombre, que pertenezco a este mundo, olvidarme de la maldad y bondad humana y simplemente retornar a esos dorados años, esa época única, tan única, que solo en ella he podido ser absolutamente feliz.

1 comentario:

El Hombre Amarillo dijo...

Será que en veintitantos años más adelante pensaremos lo mismo del presente?

La foto esta muy buena